martes, 10 de mayo de 2011

LA TETA, ESE VÍNCULO ESPECIAL ENTRE XACOBE Y YO

En los inicios de mi embarazo decidimos darle el pecho a nuestro futuro bebé. Mi madre sólo consiguió darme dos meses de teta porque “se quedó sin leche” o “no me llegaba la leche”, ya no recuerdo cual de las dos famosas frases fue la que le dijeron. Mi suegra consiguió seis meses de lactancia materna. Mis compañeras de trabajo tenían experiencias de todo tipo, una de ellas me decía que quiso darle teta a su niña, su madre le decía que no tenía leche, que no podía y gracias a una asociación de apoyo a la lactancia materna consiguió darle pecho. Yo no sabía que existía todo eso y pensaba en lo complicado que sería.

Cuando estaba de pocas semanas recibí un paquete-regalo muy especial, un libro de un tal Carlos González “Un regalo para toda la vida”. A los pocos días recibimos una visita de unos amigos que acababan de tener una niña, la paseaban en foulard y tomaba teta “a demanda”, jamás había visto-oído eso. Les enseñé el libro y me recomendaron leerlo. Así empecé con aquella lectura que me hizo ver un montón de cosas, aprender otras tantas y preparar a mi pareja y a mí para todo lo que nos venía encima.

Se acercaba el momento, nuestro peque estaba encajado y nosotros preparados para recibirlo. Estaba segurísima de mis capacidades para dar a luz y darle la teta. El día que nació Xacobe tuve una cesárea, algo que ni se me había pasado por la cabeza. Adiós al contacto piel con piel, a mamar nada más nacer, a estar los tres solos haciendo nido. Aún así al salir de quirófano le dije a la matrona que quería darle pecho y que no le dieran biberones. Subí a planta, llegó la hora de comer y, tal y como nos dijeron, avisamos a las enfermeras, que colocaron a Xacobe acostado frente a mí y él hizo lo demás. Ni dolor ni grietas, solamente un niño tranquilo alimentándose de su madre. Fue muy fácil. Los días siguientes su papá lo colocaba y vuelta a la faena. Todo sería perfecto si no fuese por los “diez minutitos en cada pecho”. Yo sabía que no era así, su papá sabía que no era así, pero aún así hicimos caso.

Al darnos el alta tuvimos la primera visita al pediatra, Xacobe perdiera algo de peso (normal) pero no teníamos referencias de si empeoraba o no porque no lo habían pesado al salir así que nos recomendaron darle teta cada dos horas durante una semana para ver su evolución y “nada de diez minutitos, hasta que suelte la teta y luego ofrécele la otra”. No había descanso. Estábamos agotados, mamaba más de una hora y entre eructar y cambio de pañal, vuelta al tajo. La recompensa de ese pequeño esfuerzo llegó con la visita al pediatra puesto que recuperaba peso perfectamente, entonces la pediatra nos dijo “ahora sí a demanda”. Así fue, los abuelos se preguntaban cómo estaba comiendo de nuevo si no habían pasado las tres horas.

A Xacobe, “bico quente”, como le llama mi abuela, le gusta estar en la teta, le gusta dormirse en la teta, calmarse en la teta y a nosotros nos encanta verlo feliz, buscando la teta, verlo dormirse y separarse de ella con la gota de leche cayendo por la comisura de los labios. Podemos pasar horas en la habitación papá, mamá y Xacobe en la teta. Callados, observando su cara de satisfacción y felicidad. Ese sí es nuestro regalo para toda la vida.

Pero es que alimentar a Xacobe no es la única finalidad de dar la teta, como cuentan muchos libros y nunca entendiera hasta ahora, es ese vínculo especial que se crea entre la mamá y el bebé. Si mi niño llora, se siente mal, está asustado o cansado se relaja con su madre, con su olor y su teta. Sí, crea una fuerte dependencia entre ambos, en la que el padre se puede sentir excluido de ese vínculo pero mi  sensación (y no me equivoco) es que se siente orgulloso y satisfecho; de su mujer por alimentar, criar y cuidar a su bebé, y de su bebé por querer y necesitar tanto a su mamá.

Y hoy día, con la lactancia establecida, aún llevo mis sustitos y aprendo de estos para poder ayudar a otras personas y amig@s que tienen o van a tener un bebé; al igual que me ayudan con dudas y consejos en el grupo de crianza del que formo parte, Teta e Coliño.


Patricia Montero Roca
Mamá e Ingeniera Técnica en Informática de Gestión