martes, 31 de mayo de 2011

LA IMPORTANCIA DE UNA VOZ AMIGA

Cuando estoy dando de mamar a mi hija de 4 meses no quiero que nada rompa la paz de ese momento. Es algo maravilloso. Es una sensación tan intensa y hermosa, aunque a la vez muy distinta, como hacer el amor con quien amas. Es, para mí, uno de los grandes placeres de la vida, y me siento mal por que mi pareja no pueda disfrutar de esta sensación y esta unión con nuestra hija.

He querido empezar mi relato por el final porque esa es la sensación con la que quiero "abrir el apetito" a las futuras mamás y recién estrenadas mamás. Pero en realidad mis inicios no fueron un camino de rosas. Ahora miro hacia atrás y todos esos problemas me parecen un poco tontos, como cuando a un niño le parece difícil empezar a sumar, y al poco tiempo lo ve facilísimo. Pero todo tiene su complicación si no sabes cómo hacerlo, o no tienes una "maestra" adecuada.

Soy una persona perfeccionista y eso me hace ser también una "sabidilla". Había hecho bien los deberes durante el embarazo, y había visto videos, leído mucho sobre la postura correcta para dar el pecho, los problemas que surgen... etc. Estaba tan segura de que todo iría perfecto... Además, iba a tener un parto natural, lo que me convencía de que la lactancia se establecería con éxito desde el principio. Lo tenía todo preparado hasta el extremo. 


Pero cuando nació la niña todo escapó de mi control. Era una sensación de caos absoluto, me ahogaba en un vaso de agua. Además pensaba que nada más verla me enamoraría de ella y no fue así. Tardé semanas en quererla como la quiero. No llegué a rechazarla, pero como no sabía calmarla, sentía que no era asunto mío. Mi madre o mi marido sabían mejor qué hacer con ella y yo me hacía a un lado.
No sé muy bien porque, pero las cosas no estaban saliendo como había imaginado. Supongo que porque cuando tienes un bebé no puedes encajar tu nueva vida en la idea que forjaste durante el embarazo, porque cada bebé es inencasillable, es único.

Mi pequeña no cogió bien el pecho desde el principio. Tras el parto me la pusieron en el pecho nada más nacer, y ahí se quedó todo el tiempo. Pero ella no cogía el pecho. Yo no sabía como ayudarla. En ese momento todas mis lecturas que tanta seguridad me dieron antes, no me servían para nada, o eso creía. En el hospital las matronas fueron un gran apoyo, y cuando yo dudaba de poder alimentar a mi hija y pensaba en darle suplementos ellas rechazaban la idea, decían que yo iba a poder. Cada vez que ella mamaba era porque las matronas metían mi pezón en su boca, yo no era capaz.
El papá me apoyó incondicionalmente, aunque luego reconoció que dudó mucho. Toda la familia me apoyaba, lo tenía todo a favor, pero yo me hundía, mi hija lloraba, no sabía que hacer, pensaba que era culpa mía y yo lloraba también.
Pasé angustiada un par de semanas, creyendo que no tenía suficiente leche... lo cual seguramente sería cierto si estaba tan nerviosa!! Además me dolían los pezones y en uno de los pechos estaba a punto de salirme una grieta, y cada vez que le daba de ese pecho me recorría el cuerpo un escalofrío de dolor. Todavía no había grupo de lactancia en Milladoiro, y quienes fueron mi grupo de apoyo fueron mi suegra y su amiga (ya que mi madre vive en Vigo y no podía venir cada día). Ellas venían constantemente a mi casa y me ofrecieron su ayuda. Mi suegra se dio cuenta de que puede que no me saliera la leche, y que probara a sacármela antes para ver si la niña estaba mamando. En ese momento fue cuando las lecturas me sirvieron para algo. Recordé la subida de la leche, que los pechos pueden ponerse muy duros y el bebé no puede mamar, recordé que el calor y los masajes ayudaban... así que empecé a masajear y darme calor. Después de esto la niña pudo mamar. La amiga de mi suegra me dejó su sacaleches y me quité leche, para que los pezones doloridos "descansaran". Y después una pediatra me aconsejó calmarme, tomarme el tiempo que necesitara, ponerla siempre al pecho y ofrecerle los dos pechos si con uno no le llegaba. Todo eso ya lo sabía, pero necesitaba que alguien me lo dijera de manera personal, que me dijera: calma, todo va a ir bien.

Después de eso todo empezó a mejorar. Mi angustia fue desapareciendo. Pero el dolor en los pezones persistía. Pensaba que, como mucho, aguantaría un par de meses, haciendo un esfuerzo. La postura era correcta, pero seguía doliéndome. Había leído que no dolía. No lo entendía.
Así que intenté hacerlo mejor todavía. Dejar secar el pezón al aire, echarme cremitas, colocar la boca de la niña siempre perfecta, no dejar los discos húmedos nunca, y me compre unas conchas protectoras para que el pezón respirara. También es importante un sujetador suavito y fino, que respete la forma del pezón (a veces me ponía uno de copas, y me irritaba). Y poco a poco empezó a ir bien del todo. Es posible que mis pezones tuvieran que curtirse, ya que eran muy sensibles. Ahora son mucho más rígidos.

En fin, el caso es que mi lactancia empezó a ser tan maravillosa a los dos meses, y ahora quiero darle el pecho durante dos años al menos, porque ambas disfrutamos mucho con ello.

¿Cuales son mis consejos? Ir preparadas es bueno, pero lo mejor es escuchar una voz amiga en esos momentos de dudas. Las lecturas y la información son necesarias, pero no puede ser que lo que leas o te digan te bloquee. A mí me bloqueó creer lo que me dijeron de que en una semana la lactancia se establecía, y por eso me angustié. Cada mujer es distinta y cada bebé también, daros vuestro tiempo.

Y sobretodo las mamás necesitamos apoyo, y por eso yo le doy gracias a mi marido, toda la familia y las fantásticas matronas que tuve. Gracias, si no fuera por vosotros no lo hubiera logrado.  


Sarai Abalde, mamá de Helena